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La satelización según David Ausubel

Ausubel se daba cuenta de que, para algunos autores, el niño se desarrollaría mejor si se le dejaba actuar de modo espontáneo, sin presiones externas que buscasen orientar su desarrollo en un sentido o en otro. Para estos autores, el educador debería limitarse a observar al niño para que no incurriese en graves peligros a la hora de hacer sus elecciones, pero no habría que imponerle ningún contenido concreto, no habría que prohibirle fumar o comer todo el chocolate que se le antojase.



Para Ausubel,  la enseñanza debe estimular aquellas dimensiones que el niño actualmente no presenta, pero posee “en potencia”. En otras palabras, el educar no puede limitarse a secundar los deseos y gustos actuales de cada niño, sino que está llamado a iniciar un camino de propuestas, de apertura de horizontes.



Ausubel notó cómo, entre los dos y los cuatro años de vida, el niño sufre una profunda crisis de autonomía. Ya lleva un cierto tiempo en el que controla el movimiento de las piernas, puede correr hacia un lado o hacia otro, etc.

En ese momento, los padres sienten un mayor deseo de orientar las opciones del niño, para ayudarle a introducirse en el mundo de la educación. Aumentan las prohibiciones de los gestos que implican “mala educación”, o de los movimientos peligrosos (asomarse demasiado a una ventana, querer subirse encima de una mesa, acercar la mano al fuego de la cocina), o de los caprichos que implican injusticia (“robar” los caramelos de algún hermano, romper un juguete que no es suyo, etc.). Ante la mayor intervención de los padres, y en el momento en el que crece el deseo de libertad en el niño, estalla la “crisis”.

La crisis puede resolverse, simplificando el pensamiento de Ausubel, de dos maneras: o el niño se somete, se “sateliza” (una palabra que usa con gusto Ausubel); o se rebela, con lo que esto implica de conflicto y choque con quienes tienen la autoridad en casa.



El niño rebelde, “no satelizado”, inicia una pequeña guerra que, si los padres mantienen una postura de firmeza, terminará con una derrota inicial por parte del pequeño. No faltan, sin embargo, padres que, por debilidad, se someten a los deseos, lloros y protestas del niño. Entonces puede nacer en él un sentimiento de omnipotencia, y empieza a creer que todos, en su casa y fuera de ella, están a su servicio. Es obvio que si los padres no han sabido controlar los deseos de independencia del niño, será en la escuela o en el grupo de amigos donde volverá a estallar el problema, pues los maestros llamarán a la disciplina al niño que hasta entonces vivía siempre según sus caprichos.

Por lo tanto, el niño puede “satelizarse” o no “satelizarse”. Lo primero, según Ausubel, ayuda al pequeño a acoger los valores y criterios que vienen del mundo de los mayores, y permite una maduración más serena de la personalidad. Se consigue, además, el afecto de los padres, que resultará muy útil para todo el desarrollo personal. Igualmente, aumenta en el niño la capacidad de tender a fines más elevados. Cuando llegue la adolescencia logrará una mayor independencia ejecutiva, y adquirirá una responsabilidad moral mayor, pues la confianza paterna le permitirá gozar de espacios de autonomía cada vez mayores.


 

PERSONALIDAD

"No basta amar a los niños, es preciso que ellos se den cuenta que son amados."  

Don Bosco

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Fuente: Antología. El Conocimiento de sí mismo y la formación de la Personalidad. Universidad Pedagógica Nacional-Hidalgo.

 

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